Cuando me decías: “¡Señor mío, Dios mío!”, te ayudaba, aunque tú no me entendías... porque, en realidad, no era a Mí a quien buscabas. ¡Yo soy Aquel que se escondía detrás de tu hambre, detrás de tu sed, detrás de tu sueño, detrás de tus postraciones, detrás de todo lo que te ocurría, detrás de tus pecados, detrás de todo!
Páginas