Si oras, si te sientas, si caminas, si te acuestas, si piensas, si hablas, si te alegras, si te entristeces, si te sientes sano o si te sientes enfermo, si estás en casa o de visita, si viajas por tierra o por agua… sea lo que sea que hagas, debes tener la certeza de que Dios te ve con claridad. ¡De la forma más diáfana posible! Él conoce tus pensamientos, tus anhelos, tus actos y tus estados espirituales en cada instante de tu existencia. Él escucha perfectamente todas tus palabras, percibe todos los movimientos de tu alma, aunque no tiene oídos ni ojos, esos órganos humanos tan complejos y tan imperfectos (aunque para nosotros sean lo más perfecto que hay), porque Él Mismo, en Su sustancia, no es más que vista (por eso es que los griegos lo llamaron Theos) y escucha. O, mejor dicho, Él es completamente Luz y Visión.

(Traducido de: Sfântul Ioan din Kronstadt, Viaţa mea în Hristos, Editura Sophia, Bucureşti, 2005, p. 416)