Palabras de espiritualidad

“Dios quiere obrar siempre y en todos el Misterio de Su Encarnación”. Carta pastoral del Metropolitano Teófano

    • Foto: Bogdan Bulgariu

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En estos días en los que celebramos el Nacimiento del Señor, mantengamos el corazón, el alma y todo nuestro ser dirigidos a Dios. Que nuestro pensamiento comprenda en oración a nuestros seres queridos y también a aquellos que sufren por causa de la enfermedad o la injusticia en este mundo.

† TEÓFANO

Por la Gracia de Dios, Arzobispo de Iaşi y Metropolitano de Moldova y Bucovina

Amados párrocos, piadosos moradores de los santos monasterios y pueblo ortodoxo de Dios, del Arzobispado de Iaşi: gracia, alegría, perdón y auxilio del Dios glorificado en Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Amados hermanos sacerdotes,

Venerable comunidad monástica,

Amados niños,

Cristianos ortodoxos,

Nos acercamos al final del año 2019 después del Nacimiento de Cristo. Nuestra vida ordinaria, con sus alegrías, pero también con sus preocupaciones de cada día, sufre una cierta alteración en estas fechas. Es ahora cuando dedicamos más tiempo a compartir con nuestra familia, nos encontramos con nuestros amigos y hacemos planes para el año que está por empezar.

En esta atmósfera festiva, distinta a la del resto del año, nos gratificamos escuchando villancicos, y el sacerdote viene a nuestro hogar con el ícono de la Natividad del Señor o con la bendición de la Epifanía.

Entonces, un villancico, la visita del sacerdote o nuestra mera presencia en la iglesia el día de la Navidad quizás enciendan en nuestra mente la pregunta: ¿qué vínculo tengo yo con la festividad de la Natividad del Señor? ¿Qué relación tiene este suceso con mi vida, la de mi familia, la de mi país y con la del mundo en general?

Amados fieles,

El Nacimiento de nuestro Señor Jesucristo es el suceso más importante en la historia del mundo. El descenso de Dios entre los hombres —este es el significado de la Navidad— rehace el vínculo del hombre con el Cielo. ¿Es que hay algo más grande, más profundo y más importante que el hombre guarde una auténtica conexión con Dios, que es la Fuente de la Vida y la eternidad?

La festividad de hoy nos enseña que el Hijo de Dios asumió un cuerpo como el nuestro, que se hizo partícipe de nuestra vida. Al mismo tiempo, debemos añadir, la vida de Cristo puede ser también la nuestra. Él se hace nuestro hermano mayor [1], en tanto que nosotros somos sus hijos y hermanos. Lo que ocurrió en Belén no es solamente un acontecimiento ya pasado, sino algo que nos llega hasta hoy, algo que me concierne a mí, que influye en la vida de mi familia y en la de las personas que conozco o conoceré en el futuro.

Acaso alguno dirá: “Pocos son los que creen y sienten eso”. ¡Sí, así es! A día de hoy se sigue repitiendo lo que entonces tuvo lugar. Sólo los magos y los pastores reconocieron a Cristo cuando Su Nacimiento. Posteriormente vinieron otros, pero siguieron siendo pocos. Lo mismo pasa en nuestros días. El hecho de hallarse hoy en la iglesia demuestra que cada uno de ustedes se cuenta entre aquellos que siguen a Cristo o buscan hacerlo.

Dios le concede a cada uno la libertad de elegir: “He aquí que estoy a la puerta y llamo”, dice el Señor; “si alguno oye Mi voz y me abre, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo” [2]. ¿Por qué es que el Señor espera pacientemente a las puertas de nuestro corazón? Porque Él “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad [3]. Y porque “Dios quiere obrar siempre y en todos el misterio de Su Encarnación, de acuerdo a lo que dice San Máximo el Confesor.

Cristianos ortodoxos,

El Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios nos enseña, por una parte, la existencia de un momento histórico bien definido. Y por otra, se ha dispuesto que este Misterio deba cumplirse también en nuestra vida, hoy y ahora. ¿Cómo?

En primer lugar, el Misterio de la Encarnación de Dios se realiza en el hombre por medio del Bautismo. Ciertamente, cuando un niño o un adulto es bautizado, el sacerdote ora, diciendo: “Y haz que asuma la imagen de Tu Cristo este que nacerá nuevamente [4]. Los Santos Apóstoles y los Padres de la Iglesia dan testimonio de la imagen de Cristo que se enraiza en lo más profundo del hombre: “Hijos míos, sufro por vosotros como si os estuviera de nuevo dando a luz hasta que Cristo sea formado en vosotros” [5], dice el Santo Apóstol Pablo. “Cristo nace en el hombre con el Bautizo” [6]. A su vez, el bautizado “renace espiritualmente en Cristo [7], “se une y hace suyos los sentidos y funciones del cuerpo de Cristo [8].

Al ser ungido con el Santo Crisma, el recién bautizado recibe los dones del Espíritu Santo, que hacen posible el crecimiento del hombre en la vida espiritual.

Por medio de la divina Comunión, el que ha sido bautizado y sellado con el Espíritu Santo recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo, con la forma de pan y vino.

El Misterio de la Encarnación de Dios en la vida del hombre se realiza, ulteriormente, con el cumplimiento cotidiano de los mandamientos. Porque “El Señor se esconde en Sus mandamientos. Y aquellos que lo buscan, lo encuentran en la misma medida en que saben guardarlos” [9], dice San Marcos el Asceta. Teniendo una mente humilde y llenándose del espíritu de la contrición, pero especialmente con amor y oración, el hombre se fortalece en la conciencia de la presencia de Dios en su interior.

Amado pueblo de Dios,

La Fiesta del Nacimiento del Señor comprende en sí misma el gran acontecimiento que tuvo lugar en Belén, así como el inconmensurable misterio del nacimiento de Cristo en nuestro corazón. La presencia de Cristo-Dios en nosotros presupone que nuestra vida tiende a ser un reflejo de la Suya como Hombre. El Santo Apóstol Pablo habla de la necesidad de que los hombres alcancen “el pensamiento de Cristo[10]. Y tiene el pensamiento de Cristo “aquel que piensa como Cristo y en todo lo piensa a Él” [11], como dice San Máximo el Confesor. Nuestro gran teólogo, el padre Dumitru Stăniloae, nos exhorta: “Debemos comportarnos de forma semejante a Dios, Quien que todo lo ama y ante todo” [12]. ¿Qué significa esto? Que el hombre está llamado a amar como lo hace Dios, es decir, a tener “el corazón lleno del amor más ferviente, el amor de Dios. Y esto se manifiesta a través de una “sensibilidad casi desgarradora por cualquier dolor ajeno, una sensibilidad más grande que por el dolor propio[13]. El amor que más asemeja al hombre con Dios se constata con la oración por nuestros enemigos, la cual, junto con la Divina Liturgia, mantiene la existencia del mundo. El amor por nuestros enemigos protege al mundo del “fuego de la discordia absoluta [14]. “De la Santa Eucaristía brota un perenne manantial de renovación para el mundo entero y alimento para la sociedad (...). La vida de Cristo mana en el cuerpo social e hidrata todas las formas de vida social. Y la vida de Dios es la más grande fuerza de transformación para la historia”. [15]

Esta es la razón por la cual, amados fieles, es tan necesario que la vida de Cristo se haga la nuestra. Teniéndolo a Él en nuestra vida, vemos al mundo y su devenir con los ojos de Dios. Así es como reconocemos que “Jesucristo es la medida de todas las cosas divinas y humanas (...). Él es nuestro ideal más perfecto. En Él encontramos la respuesta a todos nuestros problemas, que sin Él no tendrían solución. Él es, verdaderamente, el eje místico del universo” [16], tal como afirma un teólogo contemporáneo.

Luego, debemos volver a Cristo. En Él debemos poner toda nuestra esperanza. Todo lo demás es cambiante y pasajero. Cristo “es el mismo, ayer, hoy y siempre [17]. Él es el Risco que las olas no pueden vencer. Él es la Columna que no se cede. Él es el Agua viva, el Pan vivificador, la Luz del mundo, el Camino, la Verdad y la Vida.

Así, en estos días en los que celebramos el Nacimiento del Señor, mantengamos el corazón, el alma y todo nuestro ser dirigidos a Dios. Que nuestro pensamiento comprenda en oración a nuestros seres queridos y también a aquellos que sufren por causa de la enfermedad o la injusticia en este mundo.

Que este sea el espíritu con el que vivimos la Navidad, y que esta perspectiva nos permita entender su significado, de tal forma que nuestra alma, sedienta de regocijo y verdad, pueda beber de la abundancia de Gracia que rebosa de aquel pesebre en Belén.

A todos y cada uno, un abrazo lleno del amor de Dios, así como un deseo:

¡Que tengan una feliz Fiesta de la Natividad del Señor!

¡Un Año Nuevo con bendición!

 

Su hermano y padre en el servicio a la Iglesia,

† Teófano

Metropolitano de Moldova y Bucovina

 

Notas bibliográficas

[1] Romanos 8, 29.

[2] Apocalipsis 3, 20.

[3] I Timoteo 2, 4.

[4] Molitfelnic [Eucologio], Editura Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, Bucarest, 1998, p. 28.

[5] Gálatas 4, 19.

[6] Nicolás Cabasila, Despre viaţa în Hristos [Sobre la vida en Cristo], studiu introductiv şi traducere din limba greacă de Pr. Prof. Dr. Teodor Bodogae, Ed. Arhiepiscopiei Bucureştilor, Bucarest, 1989, p. 164.

[7] San Máximo el Confesor, „Răspunsuri către Talasie” [Réplicas a Talasio], 61, în Filocalia, vol. 3, traducere din greceşte, introducere şi note de Pr. prof. dr. Dumitru Stăniloae, vol. 3, Editura Institutului Biblic şi de Misiune Ortodoxă, Bucarest, 2009, p. 384.

[8] Panaiotis Nellas, Omul – animal îndumnezeit. Perspective pentru o antropologie ortodoxă [El hombre, animal deificado. Perspectivas para una antropología ortodoxa], Studiu introductiv şi traducere de diac. Ioan I. Ică jr., Ed. Deisis, Sibiu, 2002, p. 148.

[9] San Marcos el Asceta, „Despre legea duhovnicească” [Sobre la ley divina], 190, în Filocalia, vol. 1, traducere din greceşte, introduceri şi note de Pr. Prof. Dr. Dumitru Stăniloae, Editura Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, Bucarest, 2008, p. 298.

[10] I Corintios 2, 16.

[11] San Máximo el Confesor, „Capete gnostice sau teologice. A doua sută” [Máximas gnósticas o teológicas. Segunda centena], 83, în Filocalia, vol. 2, pp. 238-239.

[12] P. Dumitru Stăniloae, Teologia Dogmatică Ortodoxă, vol. 1, ed. a III-a, 2003, Editura Institutului Biblic şi de Misiune al Bisericii Ortodoxe Române, Bucureşti, pp. 271-272.

[13] Ibidem.

[14] Archimandrita Sofronio, Cuviosul Siluan Athonitul [Venerable Siluano el Athonita], traducere din limba rusă de Ierom. Rafail (Noica), Editura Accent Print, Suceava,2013, p. 240.

[15] Panaiotis Nellas, „Ortodoxie şi politică – trei premise biblice” [Ortodoxia y política, tres premisas bíblicas], în Ortodoxia – divino-umanism în acţiune. Studii şi articole, Ed. Deisis, Sibiu, 2013, pp. 258-259.

[16] Archimandrita Sofronio Sajarov, Rugăciunea – experienţa vieţii veşnice [La oración, experiencia de la vida eterna], traducere şi prezentare de diac. Ioan I. Ică jr., Ed. Deisis, Sibiu, 2007, p. 39.

[17] Hebreos 13, 8.