San Juan Climaco dice: “La humildad puede perdonar muchos pecados aun sin otras cosas, pero las cosas sin humildad, al contrario, son inútiles, y no solamente eso, sino que también nos causan mucho mal. Del mismo modo en que la sal es necesaria en muchos alimentos para darles sabor, también la humildad lo es en todas nuestras buenas acciones. Entonces, tenemos que hacernos humildes de mente, en la angustia y la tristeza, porque sólo así nos volveremos hijos de Dios. Y es que, sin la humildad, todas nuestras buenas acciones son vanas. Luego, Dios quiere que cambiemos nuestra mente. Nuestra mente nos puede hacer buenos, pero también injustos. Solamente necesitamos de la humildad, para que esta se presente ante Dios y hable por nosotros”.

El progreso y crecimiento del hombre en la vida espiritual, más que con cualquier otra cosa, se obra por medio de la humildad, como nos dice uno de los Santos Padres en el Patherikon: “El verdadero desarrollo del hombre está en la humildad, porque, mientras más desciende en la humildad, más se enaltece en su crecimiento”.

(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Urcuș spre înviere, Editura Mitropoliei Moldovei și Bucovinei, Iași, 2007, p. 313)