Palabras de espiritualidad

El agua que nunca termina de saciarte

  • Foto: Tudor Zaporojanu

    Foto: Tudor Zaporojanu

Hablar de la pureza y la perfección es sencillo, pero conocerlas en verdad y por experiencia significa entender lo que ellas significan.

Hablar de algo, utilizando simples palabras, es muy sencillo. Porque es fácil decir, por ejemplo: «Este pan está hecho de trigo». Pero prepararlo no es algo al alcance de cualquiera, sino solamente de quienes tienen esa experiencia. De igual forma, hablar de la pureza y la perfección es sencillo, pero conocerlas en verdad y por experiencia significa entender lo que ellas significan.

El que pronuncia palabras espirituales, sin tener esa experiencia, se parece al hombre que, en lo más tórrido del verano, atraviesa un sitio desierto y sin agua. Muerto de sed, su mente empieza a imaginarse que cerca hay un manantial de agua cristalina y refrescante, de la cual podría beber sin que nadie se lo impidiera. O también se asemeja a aquel que intenta describir el sabor de la miel, sin haberla probado jamás. Esto es lo que sucede con esos que intentan hablar sobre cosas como la perfección, la santidad y la pureza, sin conocerlas en verdad. Y si Dios les diera un poco de discernimiento, sabrían que la verdad y las cosas no son como ellos creen, sino muy diferentes. Así es como el cristiano comienza a apartarse de lo que es debido y a perder su fe. Porque el cristianismo es como una comida y una bebida: mientras más te “alimentas” con él, más apetito te provoca... tu mente siente que nunca termina de saciarse, como un sediento al que le das de beber un agua dulce y agradable, que buscará beber más y más, no sólo para saciarse la sed, sino también para saborearla por más tiempo. Pero, como dije antes, no es posible entender nada de esto con simples palabras, porque es necesaria la silenciosa ayuda del Espíritu Santo en la mente. Sólo entonces se puede hablar de estas cosas.

(Traducido de: Sfântul Simeon Metafrastul, Parafraza în 150 de capete, Despre înălţarea minţii 79-80, în Filocalia V, traducere din greceşte, introducere şi note de pr. prof. dr. Dumitru Stăniloae, Editura Humanitas, Bucureşti, 2001, p. 317-318)