El alma nos une a la eternidad
El alma es y será para siempre un misterio muy grande, escondida temporalmente en el cuerpo de cada ser humano.
Para poder entender qué es el alma y qué importancia tiene para nuestra vida terrenal, lo más sencillo es comparar el cadáver de un hombre que recién acaba de morir, con el cuerpo de un hombre vivo.
También el cadáver tiene huesos, músculos, nervios y sangre, pero no se mueve, no siente, no habla y no piensa como el hombre vivo. ¿Qué le falta? Le falta esa fuerza secreta e invisible, insuflada por Dios Mismo en el ser del primer hombre, una fuerza que pone en movimiento al cuerpo entero y que llamamos “alma”. El alma es y será para siempre un misterio muy grande, escondida temporalmente en el cuerpo de cada ser humano. El alma ha sido comparada con un diamante celestial de gran valor. Si vemos por medio suyo las criaturas y las cosas del mundo, todo brilla con una hermosura que supera cualquier otra belleza de este mundo.
En vano podríamos buscar el alma en los músculos, la sangre, los huesos, los nervios, el cerebro, el corazón o en cualquier otra partícula de materia. Porque, aunque existe en el cuerpo y fuera de este, tal como una canción existe en un disco o un pensamiento en la mente, el alma, ya que es inmaterial, no se puede ni ver ni tocar. Es un espíritu que Dios le concedió al hombre, y es la parte por la cual nuestro ser deviene en pariente con el Mismo Creador del universo entero. Y es que el alma es espíritu, tal como el Espíritu es Dios también (Juan 4, 24).
(Traducido de: Arhimandritul Sofian Boghiu, Smerenia şi dragostea, însușirile trăirii ortodoxe, Fundația Tradiția Românească, București, 2002, p. 9)