Palabras de espiritualidad

El alma que busca la felicidad verdadera

  • Foto: Silviu Cluci

    Foto: Silviu Cluci

¡Oh, Muy Luminoso Señor, mi alma está cargada de ilusiones!

¿Hay momentos de tu pasado, hermano, a los que quisieras volver? Cada uno de esos instantes te atrajo como la seda, y ahora se hallan lejos, detrás de ti, cual tela de araña. Como miel te recibieron, como hedor se despidieron de ti. Todos estaban llenos, a rebosar, de ilusiones y de pecado. ¿Ves cómo las pozas de agua, a la luz de la luna, parecen espejos, y cómo todos los días iluminados por tu inconstancia también se asemejan a los espejos? Pero cuando pasabas de un día a otro, los espejos falsos se resquebrajaban como una fina capa de hielo, y tenías que andar entre el agua y el barro.

¿Puede acaso un día que tiene mañana y tarde, como las puertas de una casa, ser realmente un día?

Oh, Muy Luminoso Señor, mi alma está cargada de ilusiones y anhela un día, el día sin puertas, el día en que mi alma se apagó y se sumergió en las sombras cambiantes tras Tu día, al que yo llamaba mi día cuando era uno contigo. ¿Existe acaso, oh hombre, alguna felicidad de antaño a la que quisieras volver? De dos trozos con la misma dulzura, el segundo es más insípido. Aburrido, volverías la cabeza ante la felicidad de ayer, si ella estuviese servida en la mesa de hoy.

Instantes de felicidad se te dan sólo para dejarte el gusto del anhelo por la verdadera felicidad en el seno del Señor eternamente bienaventurado; y siglos de desdicha se te conceden para despertarte del sueño del engaño y las ilusiones.

(Traducido de: Sfântul Ierarh Nicolae Velimirovici, Rugăciuni pe malul lacului, Editura Anestis, 2006, pp. 17-18)

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