Palabras de espiritualidad

El amor de la madre le da un coraje vitalicio al niño

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Si oyes hablar de algún héroe, invicto en incontables guerras y dador de justicia, debes saber que tuvo una buena madre. Si oyes hablar de algún héroe, quien con su canto y sus versos cambió vidas, dándoles otra belleza y llevándolas al amor, es porque tuvo también una buena madre.”

Les digo algo más: la madre da a luz, la madre hace renacer a sus hijos, ocupándose de ellos. Y, desde luego, utiliza el más bello método del amor: la indulgencia para con su hijo. Porque, alcanzando la juventud, éste se mostrará impetuoso y lleno de coraje, decidido a conquistar el mundo... ¿por qué no? Pero sucede que, al primer encuentro con sus congéneres, el joven comienza a sentirse inferior... y vuelve, triste, al lado de su madre. Y ésta le dice: “No, hijo mío, tú eres un vencedor, ¡conquista el mundo!”. Con esto, le estimula el sentimiento de la heroicidad. Y no lo hace por haberlo aprendido en algún sitio, sino porque ama a su hijo y no lo considera un inepto.

No sé si han leído una poesía escrita por la reina Isabel de Wied (publicada con el pseudónimo de Carmen Sylva), esposa del rey Carlos I:

“Si oyes hablar de algún héroe, invicto en incontables guerras y dador de justicia, debes saber que tuvo una buena madre./ Si oyes hablar de algún héroe, quien con su canto y sus versos cambió vidas, dándoles otra belleza y llevándolas al amor, es porque tuvo también una buena madre.”

Y, así, cita unos siete modelos de héroes. ¡Cuánto me gusta esta poesía! Esta es la clase de mujer que necesitamos, a quien debemos preparar, sobre todo si es presbítera. Y es que la mayoría de chicas suelen acercarse con mayor confianza a la esposa del sacerdote, cuando se trata de problemas de índole femenina.

(Traducido de: Părintele Arsenie Papacioc, Despre armonia căsătoriei, ediţie îngrijită de Ieromonah Benedict Stancu, Editura Elena, Constanţa, 2013, pp. 58-59)