El auténtico cristiano es un espejo que refleja la bondad de Dios
“¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. ¡Con nada más que nuestra bondad para con todos los que nos rodean!
“El amor está lleno de bondad”, nos enseña el Santo Apóstol Pablo (I Corintios 13, 4). No podemos hablar de amor sin pensar en la bondad para con los demás. Los fieles que promueven la bondad, se dan a conocer como “siervos de Dios” (II Corintios 6, 4). El creyente que está lleno de bondad, refleja, en su propia persona y en cada una de sus acciones, la bondad de Dios. Dirigiendo nuestra bondad a nuestro semejante podemos ayudarlo a salir de una situación determinada, o despertar en él la confianza perdida en sus propias fuerzas, o salvar de la perdición a aquellos que son dominados por sus debilidades.
¿Qué habría pasado con el Hijo pródigo si el Padre no lo hubiera recibido con bondad? ¿Qué habría sucedido con el hombre que fue asaltado por un grupo de maleantes, si la bondad del samaritano no lo hubiera acogido bajo su protección? ¿Qué habría ocurrido con nosotros, si la bondad y misericordia de Dios no se hubiera inclinado hacia nosotros?
Con Su bondad, Dios se hizo nuestro Salvador: “Con la bondad, cada uno de nosotros puede hacerse un salvador de su semejante” (Pr. prof. D. Belu).
Recordemos siempre las palabras que el Señor le dijo a un hombre del que había echado una legión de demonios: “Vuelve a casa y cuenta lo que Dios ha hecho contigo” (Lucas 8, 39) y pensemos en todo el bien que Dios nos ha hecho y en cuánto le debemos. “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?”. ¡Con nada más que nuestra bondad para con todos los que nos rodean!
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Man, Crâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureșului și Sătmarului, 1996, p. 17)