El ayuno acerca al hombre a Dios
Si alguien come, no por deleitarse, sino porque la debilidad de su cuerpo se lo pide, Dios no lo condena.
“Si alguien come, no por deleitarse, sino porque la debilidad de su cuerpo se lo pide, Dios no lo condena. Porque podemos renunciar a algunos alimentos, para no llegar al hartazgo y al gozo puramente físico. Pero, en donde hay sacrificio, allí no se sienten sus efectos. Porque a aquel que se sacrifica, se le revela la necesidad del llamado de Dios. Considero, entonces, que es algo ciertamente indispensable darle lo necesario al cuerpo, lo mismo para quienes por enfermedad necesitan alimentarse, sin ser, por ello, condenados. Porque Dios no le pide al hombre más de lo que puede hacer.”
(Traducido de: Maxime, cugetări filocalice, Protosinghel Teodosie Paraschiv, Editura Fotini, p. 378)