La templanza no consiste solamente en dejar de consumir algunos alimentos (cosa que hacen muchos filósofos griegos), sino, ante todo, evitar la distracción de los ojos. Porque, ¿qué utilidad tiene abstenerte de comer algo, si con tus ojos devoras el apetito del adulterio, o si buscas que tus oídos escuchen banalidades y cosas que provienen del mismo maligno?

De nada te sirve refrenarte de algunos alimentos, si no te abstienes del orgullo, la vanidad y otras pasiones. Ciertamente, ¿para qué te sirve ser mesurado al comer, si no contienes los pensamientos maliciosos y vacuos? Por esto fue que también el Apóstol dijo: “Temo que se perviertan vuestras mentes” (II Corintios 11, 3).

Así, seamos equilibrados en todo, para que el Señor no nos acuse de colar el mosquito y tragarnos el camello (Mateo 23, 24)

(Traducido de: Sfântul Vasile cel Mare, Constituţiile ascetice, cap. XIX, în col. PSB, vol. 18, p. 504)