Las pruebas que enfrentamos son, a veces, como el “antibiótico” que Dios nos da para las enfermedades de nuestra alma, y que tanto nos ayuda en lo espiritual. (…) Dios conoce perfectamente en qué estado espiritual se encuentra cada uno de nosotros; pero como nosotros no lo sabemos, permite que seamos tentados para que lleguemos a conocernos, para que descubramos las pasiones escondidas en lo más profundo de nuestro ser y para que no tengamos pretensiones insensatas en el Día del Juicio. Porque si pasara por alto nuestras pasiones y nos llevara al Paraíso tal como estamos, incluso allí causaríamos problemas. Por eso, Dios permite que el demonio provoque tentaciones aquí, en este mundo, para sacudirnos, de manera que nuestra alma se humille y se purifique a través de la tristeza, después de los cual nos llena con Su Gracia.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Viața de familie, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ştefan Nuţescu, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 216-217)