Vigila los movimientos de tu corazón y elimina con premura los vicios que aparezcan y lo amenacen, sobre todo el orgullo, la ira, la insensatez, el juzgar y condenar a los otros. ¿Para qué lloramos por los muertos ajenos, cuando nuestro propio difunto yace frente a nosotros, y es nuestra propia alma, muerta de tantos pecados? No permitan que su corazón se aferre a las pasajeras bondades de este mundo. Alejen de él cualquier atracción, porque Dios hace Su morada solamente en un corazón libre, desvinculado de todo vicio.

La pureza del corazón se alcanza guardando los mandamientos de Dios, sin lo cual es imposible lograr cualquier nivel de vida espiritual. Es necesario luchar con los vicios y limpiar el corazón de toda perversión. Y en la base de todo esto debe estar la humildad.

Esfuércense en purificar sus corazones de todo lo que no sea agradable a Dios, por medio de la confesión sincera, la Oración de Jesús y el cumplimiento fiel de los divinos mandatos.

(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 189-190)