El corazón y la participación en la Divina Liturgia
La oración es el aroma fragante, como el incienso, que se eleva desde el altar del corazón. “Que mi oración suba hasta Ti como el incienso, y mis manos en alto, como la ofrenda de la tarde”.
En la medida en que ora, la mente es el sacerdote y el corazón, el altar; el sacrificio que se presenta en este altar es la determinación y la buena voluntad, porque voluntariamente elijo orar a Dios. Y la oración es el aroma fragante, como el incienso, que se eleva desde el altar del corazón. “Que mi oración suba hasta Ti como el incienso, y mis manos en alto, como la ofrenda de la tarde”, sobre el altar del corazón.
El hombre es como una iglesia en la iglesia. Por eso, asistir a la iglesia te ayuda a fortalecer la oración de tu corazón, pero no la transforma. Y es que las oraciones y los momentos de la Divina Liturgia, si tienes un trabajo interior, fortalecen esa misma labor.
Aún más: tu corazón se enciende de amor a Dios, cuando escuchas los momentos de la Divina Liturgia, cuando el sacerdote sale con los Santos Dones, porque la fe también entra por medio del oído.
(Traducido de: Arhimandritul Cleopa Ilie, Îndrumări duhovnicești pentru vremelnicie și veșnicie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2004, p. 258)