Palabras de espiritualidad

El crecimiento espiritual es paulatino, pero seguro

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Te aseguro que desde ahora obtendrás, con mayor frecuencia, el consuelo que viene del Señor, “Quien quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad”. Y el Señor no deja que nadie sea tentado mucho más de lo que sea capaz de soportar.

«El enemigo de nuestra salvación, junto con una enorme hueste de espíritus inmundos, es quien ataca al inexperto para impedirle que llegue al Reino de Dios, el cual está en nuestro interior.

Partiendo del estado en el que te encuentras —el cual que te recuerda vagamente los tormentos del infierno—, puedes juzgar las cosas que están justamente en el extremo opuesto: por ejemplo: si existen los tormentos del infierno, también hay una felicidad inenarrable, como “el ojo no vio jamás, ni oído escuchó, ni el corazón del hombre se alzó”, y todo eso está en nuestro interior, constituyendo también el Reino de Dios. Es por esta razón que se nos ordenó buscarlo antes que cualquier otra cosa: “Buscad primero el Reino de Dios y Su Justicia”.

Pero ¿cómo buscar esas cosas? Del mismo modo en que todos las han buscado: por medio de la fe, la obediencia, la oración, la paciencia en las tribulaciones exteriores e interiores, estando atentos a nosotros mismos, reprendiéndonos y arrepintiéndonos con la determinación de no volver a pecar; todo esto engendra la humildad y la decisión de no juzgar más a nuestros hermanos. Como consecuencia de la humildad viene también el gozo en el Espíritu Santo, así como el Reino de Dios. Has empezado con la aflicción y la acedia. Está bien. A medida que pase el tiempo, te será mucho más fácil, y tus logros espirituales serán cada vez más sólidos. Te aseguro que desde ahora obtendrás, con mayor frecuencia, el consuelo que viene del Señor, “Quien quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad”. Y el Señor no deja que nadie sea tentado mucho más de lo que sea capaz de soportar».

(Traducido de: Akedia, fața duhovnicească a deprimării – Cauze și remedii, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia Cartea Ortodoxă, București, 2010, pp. 193-194)