Palabras de espiritualidad

El cristiano ante un mundo lleno de contradicciones

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Es triste que haya quien no pueda procurarse algo que necesita, en tanto que otro tiene cosas que no le sirven, pero tampoco se las da a quien podría servirse de ellas. Para mí, ese es el infierno más grande.

Padre, usted dijo que mientras más te alejas del consuelo humano, más recibes el divino. ¿Por eso es que uno entiende mejor la oración cuando tiene hambre?

—Sí, porque un hambriento entiende a otro hambriento. Uno que está satisfecho no podría entenderlo. He oído que hay lugares donde se arroja la comida a la basura, cuando, no muy lejos de ahí, hay grupos de refugiados que no tienen nada qué llevarse a la boca. Los pobres viven en granjas, en barracas de madera vieja. Supongamos que no sabes que ahí, más cerca de lo que podrías imaginarte, hay personas con necesidades urgentes. Bien… pero ¿no preguntas, no te interesa saber si hay alguien que pueda necesitar esa comida? ¡No, es mejor tirarla a la basura! No queremos ni dar las cosas útiles que tenemos acumuladas, aunque no las usemos. Es triste que haya quien no pueda procurarse algo que necesita, en tanto que otro tiene cosas que no le sirven, pero tampoco se las da a quien podría servirse de ellas. Para mí, ese es el infierno más grande. En el Día del Juicio Final, Cristo nos dirá: “Tuve hambre y me disteis de comer” (Mateo 25, 42).

Los que tienen de todo dicen: “Hoy en día ya no existe la pobreza”. No piensan en el otro. No se ponen en el lugar del otro, para no agitarse y no perder su paz. ¿Cómo podrán, entonces, encontrar al pobre? Si piensas en tu prójimo, encuentras al necesitado y te enteras de qué es lo que necesita. ¡Hay tantos huérfanos que no tienen quién les acaricie la cabeza!  Las personas de hoy se han olvidado de los que sufren. Su mente piensa todo el tiempo en los que viven holgadamente y se comparan con ellos. Pero en ningún caso se comparan con los que tienes menos. Por ejemplo, si pensaran en los epirotas albaneses, los cuales, por haberse hecho la Señal de la Cruz, llevan veinte años de su vida encerrados en una celda de un metro cuadrado, verían las cosas de otra manera. Es algo tan atroz, que hasta cuesta pensar en ello. ¿Sabes lo que estar adentro de una habitación de un metro por un metro? No tienes cómo sentarte, mucho menos puedes acostarte o ponerte de pie. Y, como ventana, algunas de esas celtas tienen un pequeño agujero (esto lo dijo el padre Paisos en mayo de 1990).

¡Como si estuvieran en un sepulcro, Padre…!

—En el sepulcro al menos estás tendido. ¡Qué martirio! Hay mucha infelicidad hoy en día, porque se fabrican armas de destrucción masiva y a nadie le importa ya lo que pase con los más necesitados. En África vi gente comiendo excremento de camello. Hasta el cuerpo de los africanos parece distinto, Tienen el pecho como si fuera un cesto de cañas. ¿Por qué me duele? Me duele porque aquí tenemos de todo y por eso es que no participamos del sufrimiento por los demás. ¡Y aún así queremos irnos al Cielo…!

(Traducido de: Sfântul Cuvios Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești. Volumul II. Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, ediția a II-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 164-165)