El dedo acusador de tu propia conciencia
Aunque quieras negarlo, el remordimiento siempre estará ahí, presente en tus pensamientos.
Ni se te ocurra pensar que tu pecado no tuvo testigos porque lo cometiste a escondidas, lejos de la mirada de los demás. Ante todo, no puedes huir de ti mismo, como acusador, ni de tu propia conciencia; de hecho, es ella quien te llama a juicio. Puedes negar tu falta ante los demás, pero jamás lo podrás hacer ante ti mismo. Bien puedes discutir con tu semejante; incluso puedes defenderte si te acusa, pero ante Dios sí que debes confesarte. Y aunque quieras negarlo, el remordimiento siempre estará ahí, presente en tus pensamientos.
(Traducido de: Sfântul Ambrozie al Mediolanului, Viu va fi sufletul meu – părți alese din Comentariul la Psalmul 118, traducere din latină de Părintele Constantin Necula, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2000, p. 24)