El don de la juventud
No perdamos el tiempo inútilmente, no desperdiciemos ninguna ocasión, porque el tiempo jamás volverá. ¡Aprovechemos bien estos años de juventud, en los cuales podemos hacer tantas cosas por nosotros mismos y por nuestros semejantes!
¡Trabajemos mientras haya luz, especialmente la luz de la mañana! Tristemente, casi no somos capaces de convencer a los jóvenes de lo precioso de esos años de mocedad. A veces, los más viejos se lamentan inútilmente por el tiempo perdido cuando eran jóvenes, o, aterrorizados por quién sabe qué recuerdos perturbadores, intentan olvidar el pasado, buscando vivir el resto de su vida en paz, sin pensar en el inmenso provecho que su larga experiencia podría ofrecerles a los que hoy empiezan su andadura en la vida, a veces eligiendo un sendero inadecuado. Deberíamos prevenir a nuestros jóvenes amigos, convencerlos de la gran importancia de los años de juventud para el resto de la vida. Porque, su felicidad, su sitio en la sociedad, la paz espiritual, la vida en este mundo y la vida eterna, todo depende de las aspiraciones de los años mozos. Tal como la luz de la aurora encierra algo solemne, así también, los años de juventud, pletóricos de fuerzas colmadas de frescura, tendrían que transcurrir con la conciencia profunda y solemne de lo que representa el comienzo de la vida.
¡No olvidemos que cada día nuestra suerte podría quedar decidida de forma irreversible! Cada día contiene un germen del futuro. Lo que ocurra en nuestra edad adulta depende de lo que hayamos hecho en nuestra juventud, cuando ponemos los cimientos de toda nuestra vida. Por eso, no dejemos un sólo día sin trabajar en nosotros mismos; intentemos examinarnos y conversar con nuestra propia alma, esforzándonos, ya desde los años de juventud, en arrancar todo el mal que pudiera haber en nuestro interior, manteniendo siempre un ideal elevado al cual dirigirnos.
A los jóvenes, los exhorto: ¡cuidemos con santidad el valiosísimo don de la juventud, conscientes de que es un tesoro que se nos ha confiado! No perdamos el tiempo inútilmente, no desperdiciemos ninguna ocasión, porque el tiempo jamás volverá. ¡Aprovechemos bien estos años de juventud, en los cuales podemos hacer tantas cosas por nosotros mismos y por nuestros semejantes!
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 402)