El don de la piedad de Dios hacia nosotros
No pongas tu esperanza en tu afán, sino en la misericordia de Dios. Porque tu esfuerzo no tiene cómo darte la seguridad y la paz que la esperanza en la misericordia de Dios nos confiere.
La misericordia nos hace soslayar las faltas de los demás, sabedores de que nosotros mismos vivimos sometidos al pecado. La misericordia nos conduce al amor. Al contrario, la falta de piedad es igual a carecer de la virtud.
Solamente la misericordia de Dios nos puede librar de la tentación y, en consecuencia, del trabajo que implica vencerlas. No es nuestro esfuerzo lo que nos trae la misericordia: la misericordia es lo que nos da la paz que buscábamos. Esforcémonos, pues, pero no confiemos tanto en el poder de nuestro afán; confiemos, más bien, en la misericordia de Dios. ¿Cómo podría apiadarse Dios de quien no se apiada de su semejante, sino que incluso le acusa y le señala? No es posible sentír la misericordia de Dios, si no vives la misericordia para con tus semejantes.
En conclusión, no pongas tu esperanza en tu afán, sino en la misericordia de Dios. Porque tu esfuerzo no tiene cómo darte la seguridad y la paz que la esperanza en la misericordia de Dios nos confiere.
(Traducido de: Alexandru Prelipcean, Spiritualitate creștină și rigoare științifică: notele de subsol ale filocaliei românești, II, Editura Doxologia, 2013, p. 41)