El elogio también puede tener un sentido terapéutico
Los que han alcanzado la plenitud espiritual no necesitan ser ensalzados, al contrario de los débiles. En el caso de estos últimos, el hecho de no elogiarlos puede llevarlos a entristecerse, como ocurre, por ejemplo, con los niños. Por eso es que los santos se valen del elogio, descendiendo al nivel de los demás.
El encomio de los santos y de los hombres espirituales no constituye una adulación, sino una comprobación del bien que hay en el otro. Ser santo significa ver a todos más santos que tú. Esta es la definición cristiana de la santidad. Asi pues, ¿qué tiene de asombroso el hecho de que los santos elogien a los pecadores? Verdaderamente condenable es el elogio malintencionado, que se hace para obtener algún provecho, como el del trabajador con su patrón, pero no el elogio que brota del amor.
Los que han alcanzado la plenitud espiritual no necesitan ser ensalzados, al contrario de los débiles. En el caso de estos últimos, el hecho de no elogiarlos puede llevarlos a entristecerse, como ocurre, por ejemplo, con los niños. Por eso es que los santos se valen del elogio, descendiendo al nivel de los demás. Así, para un principiante, el elogio recibido es una muestra de aliento. Recordemos que los santos, reacios a reprender como norma, solían recurrir al elogio, para que el discípulo entendiera que los actos por los que no era elogiado no eran tan buenos como los otros que sí le eran reconocidos. Tanto en el caso del elogio como en el de la indulgencia, los santos no tenían sino un solo propósito: el amor, evitando entristecer al otro y así “ganarlo” para Cristo.
(Traducido de: Ierodiaconul Savatie Baștovoi, În căutarea aproapelui pierdut, Editura Marinesa, Timișoara, 2002, pp. 60-61)