El gozo de vivir con Dios
Mientras más se aleja el hombre de Dios, más se le complica todo. Puede que la persona no tenga nada, pero si tiene a Dios, siente que no necesita nada más.
Mientras más se aleja el hombre de Dios, más se le complica todo. Puede que la persona no tenga nada, pero si tiene a Dios, siente que no necesita nada más. ¡Esa es la verdad! Y si tiene todo, pero no a Dios, sufre en su interior.
Por eso, cada uno de nosotros puede acercarse a Dios. Solamente a Su lado el hombre encuentra la verdadera felicidad, la felicidad más duradera. Cuando estamos lejos de Jesús, todo lo que nos rodea parece envenenarnos. Cuando el hombre, del hombre viejo, deviene un hombre nuevo, en hijo de rey, se alimenta con el gozo divino, con la dulzura celestial y siente la alegría del Paraíso, experimenta ya desde esta vida el regocijo de la morada divina. Desde una pequeña alegría, paradisíaca, avanza diariamente hacia la más grande de todas, y se pregunta si exista algo más excelso en el Paraíso que eso que ya vive aquí.
El estado que vive es un tan sublime, que no puede hacer nada más. Sus rodillas parecen derretirse como candelas por causa de esa dulzura y ese calor divinos, su corazón salta y pareciera querer salírsele del pecho, porque la tierra y las cosas del mundo le parecen insignificantes.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cu durere și cu dragoste pentru omul contemporan, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 42-43)