El guía que todos necesitamos
El padre espiritual no es sólo quien limpia, quien purifica, es decir, no sirve únicamente para la confesión, sino que también es guía y conductor en la nave de tu vida.
Cuando el Señor llamó a Saulo a la predicación, le dijo: “Levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 9, 6), y lo envió al sacerdote Ananías. No le dijo: “Haz esto o aquello”, ni lo envió a un sabio o a un hombre santo, sino al sacerdote.
El Señor quiso enseñarnos, con esto, que en las cuestiones espirituales no debemos esperar instrucciones del cielo, sino tener la humildad de someternos a los “representantes” de Cristo, a Sus sacerdotes. Es decir, cuando nos encontremos ante alguna duda espiritual o en un callejón sin salida, no debemos buscar soluciones por nuestra propia cuenta, haciendo de maestros (“¡quien se tiene a sí mismo por maestro, tiene por maestro a un necio!”, decía Lacordaire), sino acudir a nuestro padre espiritual, según lo que dice la Escritura: “Pregunta a tu padre, y él te instruirá” (Deuteronomio 32, 7). Esto significa que el padre espiritual no es sólo quien limpia, quien purifica, es decir, no sirve únicamente para la confesión, sino que también es guía y conductor en la nave de tu vida.
(Traducido de: Arhimandritul Vasilios Bacoianis, Duhovnicul și spovedania, traducere din lb. greacă de pr. Victor Manolache, Editura de Suflet, București, 2012, pp. 88-89)