El hombre, entre la deificación y la caída libre
Para mí, el hombre no es un signo de interrogación, sino uno de exclamación, que confirma la existencia del Creador. Nosotros mismos sostenemos el argumento de la existencia de Dios.
El hombre aún no se ha descubierto a sí mismo. En el mapa del conocimiento, como una inmensa mancha blanca, aparece ante el hombre su propio ser.
Al hombre debes verlo con el más elevado respeto, pero también con una profunda compasión, con confianza, pero también con prudencia, como a un niño que es capaz en cualquier instante de los más bellos actos, pero también de los más grandes e irreparables errores.
“Adán, Adán, ¿en dónde estás?”
Este clamor de Dios es un llamado permanente. Cada persona en este mundo escucha, en lo más profundo de su ser, en lo más hondo de su interior, esta voz.
Para mí, el hombre no es un signo de interrogación, sino uno de exclamación, que confirma la existencia del Creador. Nosotros mismos sostenemos el argumento de la existencia de Dios.
(Traducido de: Înaltpreasfințitul Iustinian Chira, Cuvintele Părintelui ‒ un ghid al frumuseţii lăuntrice, Editura Mega, Cluj-Napoca, 2009, pp. 83-87)