El lugar de San Juan Crisóstomo en el Reino de los Cielos
La muerte de San Juan en el exilio represntó para él un dolor insoportable, porque no conseguía entender que un hombre así, un mentor de la humanidad entera, muriera lejos de su trono episcopal.
Cuando San Juan Crisóstomo, obispo de Constantinopla, estuvo exiliado en el Cáucaso, vino a visitarnos a nuestra casa, para darnos unas palabras de aliento y de amor por Cristo. Mi hermano, Adelphios, decía que la muerte de San Juan en el exilio represntó para él un dolor insoportable, porque no conseguía entender que un hombre así, un mentor de la humanidad entera, muriera lejos de su trono episcopal.
Y agregaba: «Le supliqué a Dios, entre lágrimas, que me enseñara el lugar donde se hallaba el santo, para ver si estaba entre los prelados y patriarcas de la Iglesia. Durante mucho tiempo oré así al Señor, hasta que un día caí en una especie de sueño profundo y frente a mí apareció un hombre de aspecto verdaderamente extraordinario. Tomándome de la mano derecha, me llevó a un lugar lleno de una gloriosa luz, y allí me mostró a los testigos de la fe y a los doctores de la Iglesia. Yo me puse a buscar entre tantos santos a mi amado San Juan.
Después de mostrarme a todos los que allí se hallaban y decirme el nombre de cada uno de ellos, aquel luminoso hombre me cogió nuevamente de la mano y me llevó afuera. Yo le seguí, triste por no haber visto a San Juan Crisóstomo entre todos esos santos. Cuando salíamos, aquel hombre se detuvo un poco y me dijo: “No hay nadie, a quien, habiéndosele concedido entrar en este lugar, haya salido triste”. Yo le respondí: “Me siento triste por no haber visto a Juan, obispo de Constantinopla, entre los santos”. Pero él me respondió: “¿Te refieres a Juan, el príncipe de la contrición? Ningún humano podría verlo, porque se halla a un lado del trono del Señor”».