El mundo egoísta del hombre que se encierra en su soledad
El amor nos abre las puertas al otro, hacia nuestro semejante, en una entrega recíproca. De lo contrario, el hombre no es capaz de librarse de la vacuidad de su existencia.
Muchas personas de la sociedad contemporánea viven encerradas en sí mismas. Muchas personas de la sociedad actual, del mundo actual, que viven en grandes ciudades, o incluso en ciudades pequeñas, y que se distraen todo el tiempo juntas, van y vienen juntas, conversan y tienen reuniones, le tienen miedo a verse solas en algún munento. Muchas de esas personas, de hecho, están solas, se encierran en sí mismas, aunque todo el tiempo estén rodeadas de otros; les falta el amor verdadero. Y es que el amor nos abre las puertas al otro, hacia nuestro semejante, en una entrega recíproca. De lo contrario, el hombre no es capaz de librarse de la vacuidad de su existencia. Solo así es como el hombre puede vivir con equilibrio, en una relación verdadera con Dios y con los demás, para crecer espiritualmente.
Luego, hay muchas personas carentes de amor. Y ya que carecen de amor, se aferran a los demás. Otros, por carecer de amor, se muestran hostiles frente a sus semejantes. Y otros, aunque carentes del amor verdadero, no son hostiles frente a los demás y tampoco se aferran a ellos, sino que se encierran en sí mismos y se autodestruyen.
Este es, desde un punto de vista psicológico y espiritual, un estado enfermizo. Es una enfermedad y, según mi saber y entender, hoy en día, muchas personas, hombres y mujeres, padecen de esta enfermedad, viven contaminadas por este mal.
(Traducido de: Arhimandritul Simeon Kraiopoulos, Te cunoști pe tine însuți? Viața duhovnicească și problemele psihologice, Editura Bizantină, București, 2008, p. 100)