Palabras de espiritualidad

El orgullo nos manipula por medio del hablar mucho

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El orgulloso es iracundo, envidioso; no quiere que nadie se le oponga y menos que nadie le supere.

El orgulloso habla con grandilocuencia, busca sólo el honor, el elogio; se eleva en sus actos, despreciando y difamando a los demás... se glorifica sin vergüenza, subrayando como mérito propio cualquier cosa buena que tenga y no como mérito de Dios. El orgulloso se envanece incluso con lo bueno que no tiene, escondiendo sus impotencias y vicios, no soportando el desprecio y el desdén. El orgulloso no recibe consejos ni regaños, mezclándose arbitrariamente en los asuntos de los demás. En la aflicción es quejoso, infeliz y hasta blasfemo.

El orgulloso es iracundo, envidioso; no quiere que nadie se le oponga y menos que nadie le supere.

Y es que el orgullo es desagradable, raíz y comienzo de todo pecado. Se eleva muy alto, pero cae con estrépito. En el orgulloso vive, invisiblemente, el maligno. Allí donde hay soberbia, allí mora el enemigo. El orgullo es una serpiente con mil cabezas.

(Traducido de: Cum să biruim mândria, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, p. 114)



 

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