El origen de todos los malentendidos y todos los conflictos
Cada uno tiene Su propia “religión”, su propio “dios”, cada uno “adora” como le apetece a Dios, pero nadie se siente hermano de nadie.
Todas las tragedias que ocurren, todas las desgracias, todas las adversidades que enfrentan las familias cristianas, los grupos cristianos y las sociedades, en general, tienen lugar precisamente porque las personas están profundamente enfermas, aun sin darse cuenta de ello, sin saberlo, y cada uno quiere y se empeña en proyectar su estado enfermizo sobre los demás, cada uno quiere y se empeña en que los demás aprueben ese estado de enfermedad y su punto de vista equivocado.
Desde luego, también los demás tienen un estado cuando menos deplorable, y así es como surgen los conflictos, así es como aparecen las discordancias, las riñas, las guerras, las luchas, los malentendidos, y, finalmente, los cristianos no consiguen colaborar ni convivir. Cada uno tiene Su propia “religión”, su propio “dios”, cada uno “adora” como le apetece a Dios, pero nadie se siente hermano de nadie. ¿Por qué? Porque falta el amor del que hablaba antes. Los hombres ya no son hermanos verdaderos, no son realmente un solo hombre. Un hombre que proviene del primer Adán y del segundo Adán, Jesucristo.
(Traducido de: Arhimandritul Simeon Kraiopoulos, Te cunoști pe tine însuți? Viața duhovnicească și problemele psihologice, Editura Bizantină, București, 2008, p. 108)