El pan y el agua de nuestra alma
Podemos tener todos los bienes del mundo, todas las propiedades y todos los placeres, que no podrán apaciguar la sed de nuestra alma ni podrán ofrecerle una pizca de felicidad.
Un día, en un diario leí una noticia muy extraña. Un barco pesquero, sometido por la fuerza de las olas, fue arrastrado mar adentro. Los pescadores mantuvieron la nave contra las olas, y, a pesar de que tenían algunas provisiones de comida, terminaron muriendo de sed en medio del mar, porque el agua salada no puede calmar la sed.
Lo mismo ocurre con nuestra alma. Podemos tener todos los bienes del mundo, todas las propiedades y todos los placeres, que no podrán apaciguar la sed de nuestra alma ni podrán ofrecerle una pizca de felicidad. Rodeada de los bienes terrenales, el alma muere de hambre y de sed, si no le damos el pan y el agua verdaderos. Nuestra alma tiene hambre de Tu pan celestial y de Tu agua viva. ¡Danos, Señor, de ese pan y de esa agua! ¡Ayúdanos a no olvidar que este mundo no tiene ni una migaja de pan y ni una gota de agua para nuestra alma!
(Traducido de: Preotul Iosif Trifa, Mai lângă Domnul meu, Editura Oastea Domnului, Sibiu, 2003, p. 67)