El poder de la Gracia de Dios
Dicen los Santos Padres que lo único que puede fortalecernos es la Gracia de Dios. Yo tampoco habría podido resistir todas las pruebas a las que me vi sometido durante tantos años, si Dios no me hubiera ayudado.
Contaba el padre Marcos (Dumitrescu): «Cuando estaba en prisión, me retiraba a una esquina de la celda y les decía a los demás: “Perdónenme, pero es que tengo que cumplir con mis obligaciones de monje”, y ahí mismo empezaba mi canon de oración”».
Un día, sus hijos espirituales le preguntaron: «¿Qué hacemos, padre, si vuelven las persecuciones?”». Y el padre le respondió: «Cuando eso suceda, la fuerza de la Gracia y la fe vencerán. Dicen los Santos Padres que lo único que puede fortalecernos es la Gracia de Dios. Yo tampoco habría podido resistir todas las pruebas a las que me vi sometido durante tantos años, si Dios no me hubiera ayudado. Me decía a mí mismo: “También tú puedes caer, si la Gracia no viene a ayudarte”».
Otra vez, decía: «Solamente la Gracia nos puede salvar y ayudar. Yo también he caído, como todo el mundo, en mayor o menor medida. Pero, en un momento dado, mi conciencia me reprendió con dureza. “¿Qué me pasa?”, comencé a cuestionarme. Entonces, caí de rodillas ante Dios y ante la Madre del Señor, y oré: “¡Ayúdame, Señor, a enmendarme!”. Y entonces vino la Gracia. Como dicen los Santos Padres: “Si damos un paso hacia Dios, Él da dos hacia nosotros”. Él solo espera que volvamos. Y sale a nuestro encuentro para ayudarnos. Viene la Gracia, para despertar nuestra conciencia y ayudarnos a enmendarnos».
También decía: «Estemos atentos a la Gracia de Dios, porque solamente ella nos puede ayudar a corregirnos y a abrir los ojos de nuestra mente, para que podamos entender las cosas. Y aquí es donde tenemos que hablar del ojo del alma, o de la mente. Con la mente puedes entender muchas cosas profundas, pero si no se acerca al corazón… Luego, cuando se juntan lo que siente el corazón con la luz de la mente, sientes que la Gracia de Dios está obrando en todo tu ser. Así las cosas, oremos siempre al Señor para que no nos deje».
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 764)