El que dice la verdad debe prepararse para sufrir
Si alguien perpetra durante la noche algún pecado oprobioso, considerará su peor enemigo al que venga a alumbrarlo con una lámpara. Y si, encima, éste le pide no cometer más esa clase de hechos —buscando tan sólo el bien del otro—, será incluso condenado a muerte.
“Si te decidiste a decir la verdad”, dice I. Al. Brătescu Voineşti, “prepárate para sufrir”. El Señor mismo nos dijo también la causa por la que debe prepararse para sufrir, aquel que diga la verdad: “Vino la Luz al mundo, pero los hombres amaron más la oscuridad que la luz” (Juan 3, 19).
Si alguien perpetra durante la noche algún pecado oprobioso, considerará su peor enemigo al que venga a alumbrarlo con una lámpara. Y si, encima, éste le pide no cometer más esa clase de hechos —buscando tan sólo el bien del otro—, será incluso condenado a muerte.
Cuando Jesús nació en aquel pesebre de Belén, “el Rey Herodes se perturbó y, con él, todo el pueblo de Jerusalén” (Mateo 2, 3). El mismo efecto provoca la Estrella eterna en nuestros días. Y aunque Jesús ya no nace en Belén, sino en el corazón de los fieles, en ese microcosmos, con todo, Su nacimiento sigue provocando un gran estremecimiento. Allí, en el pesebre del corazón humano, cuando Jesús nace, es el maligno el que se perturba junto al Jerusalén de los vicios, que no quiere ser iluminado para que sus acciones no sean juzgadas como malas.
(Traducido de: Arhimandrit Paulin Lecca, Adevăr și Pace, Tratat teologic, Editura Bizantină, București, 2003, pp. 50-51)