El rencor
“Yo soy el que domina a los que se enfadan y guardan rencor. Luego, como te dije, eres mío a partir de hoy...”
En Tebaida hay una ciudad llamada Licópolis, y a pocos kilómetros de ahí se yergue una gran montaña, en la cual habitan muchos monjes. Hasta aquel lugar fuimos a buscar al anciano Isaac, originario de esos parajes, He aquí lo que nos contó:
«Hace cincuenta y dos años, trabajando manualmente en hacer una red grande, noté que me había equivocado en el tejido, y me entristeció mucho el hecho de no hallar el punto exacto en donde había errado. Todo el día me afané en encontrarlo, pero nada... No sabía qué más hacer. Cuando más peturbado me sentía, ví que un joven entraba por la ventana de mi celda, para decirme::
—Veo que has errado. ¡Déjame repararlo a mí!
—Vete de aquí. Jamás te lo permitiría.
—Pero es que sufrirás un gran perjuicio si te equivocas, me respondió.
—Tú no te preocupes por eso.
—Pero es que me da pena por ti, porque te esfuerzas inútilmente.
—¡En mala hora veniste tú y quienes te trajeron!
—Pero fuiste tú quien me forzó a venir... ¡Ahora eres mío!
—¿Qué dices?
—¿Acaso se te olvida que los últimos tres domingos te has acercado a comulgar, a pesar de estar reñido con tu vecino?
—¡Mientes!, le dije yo.
—No miento. ¿No te acuerdas que te enfadaste con él por unas lentejas? Yo soy el que domina a los que se enfadan y guardan rencor. Luego, como te dije, eres mío a partir de hoy.
Al oír esas palabras, salí corriendo de mi celda y fui a buscar al hermano en cuestión. Al verlo, me postré ante él y le pedí perdón. Más tarde, cuando volví a mi celda, ví que la red y el tapíz del suelo se habían quemado... Y es que el demonio odia el amor y la unión entre las personas.”
(Traducido de: Iată duhovnicul: părintele Arsenie Papacioc, vol. II, Editura Sophia, 2006, p. 125)