Palabras de espiritualidad

El respeto de la esposa hacia su marido

  • Foto: Valentina Birgaoanu

    Foto: Valentina Birgaoanu

Si el esposo no ama a su esposa, y ella no lo respeta a él, en la familia se producirá un cisma. Antes se decía que la esposa jamás debía contradecir a su marido...

El problema no radica solamente en que en la actualidad haya muchísimos esposos débiles e infantiles, sino que también las mujeres han empezado a comportarse de una forma tal, que sus esposos, viéndose tratados así —en principio—, no pueden tan siquiera manifestar sus cualidades masculinas. ¿Qué errores comete la mujer? Su comportamiento para con su esposo es uno de comandante: lo tritura, trata de cambiarlo, de reeducarlo y, viendo que nada consigue, asume para sí misma todas las cargas de la familia, para después lamentarse: “¿Y a mí por qué no me ayuda nadie?”. Pero cuando se le señala su error, responde: “¿Qué otra me queda? ¡Alguien tiene que hacer las cosas en esta casa!”. En tales situaciones, las mujeres actúan como una madre insensata cuando ve que su hijo no sabe ejecutar determinada tarea. En vez de enseñarle y estimularle, le grita: “¿Cuántas veces te lo he enseñado, so tonto? ¡Mejor lo hago yo sola!”.

¿Es que el esposo podrá comportarse correctamente con su esposa y actuar como cabeza de la familia, si ella no lo respeta? ¡Desde luego que no! En palabras de San Paisos el Aghiorita: “Si el esposo no ama a su esposa, y ella no lo respeta a él, en la familia se producirá un cisma. Antes se decía que la esposa jamás debía contradecir a su marido... pero, actualmente, lo que hay es un espíritu de insolencia. ¡Qué bien le hacía a la familia ese respeto! Recuerdo bien cierta pareja que conocí: el esposo, pequeño y enjuto, ella, alta y robusta. ¡Ella era quien descargaba los pesados sacos de trigo en aquel hogar! Una vez, un trabajador, igual de corpulento que ella, comenzó a cortejarla. ¿Qué hizo ella? Lo cogió en sus brazos y lo arrojó lejos, bruscamente... ¡como si fuera una cerilla! ¡Ah, pero había que ver cómo se comportaba aquella mujer con su esposo! ¡Era todo respeto y obediencia! Y es que sólo así puede subsistir una familia”.

Nuestra actitud hacia los demás determina la actitud de los demás hacia nosotros. Si el esposo, por ejemplo, tiene éxito en su lugar de trabajo, recibiendo sólo premios y felicitaciones, pero su esposa no lo respeta, sino que lo considera un débil y perdedor, para ella esa imagen nunca cambiará, hasta que no cambie su propia actitud.

(Traducido de: Pr. Pavel Gumerov, Conflictele familiale: prevenire și rezolvare, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2013, pp. 85-86)