El Señor recibe con gozo tus lágrimas al orar
Si, orando, brota de tus ojos el llanto, no te envanezcas y no creas que eres ya más virtuoso que los demás. No se trata de un logro tuyo, sino de un auxilio enviado por el Señor, para que puedas confesar, con devoción, tus pecados y no ceder.
No conseguirás orar con pureza, si te diluyes en las cosas materiales y te turbas con numerosos afanes. Porque la oración requiere abandonar cualquier preocupación.
Si quieres orar, necesitarás a Dios, Quien otorga la verdadera oración al que se persevera en su esfuerzo. Entonces, llámalo, diciéndole: “Santificado sea Tu nombre, venga Tu reino” (Mateo 6, 9). Es decir, que venga el Espíritu Santo y Su Hijo Unigénito. Porque esto nos fue enseñado por el mismo Cristo, diciéndonos que debemos adorar y servir a Dios Padre: “y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad” (Juan 4, 24). Ante todo, ora para obtener lágrimas y así ablandar la dureza de tu alma. Sólo así podrás atestiguar, con sinceridad y frente al Señor, los pecados que hayas cometido, recibiendo después Su perdón.
Aprovecha tus lágrimas, para que todo lo que pidas te sea otorgado. ¡El Señor recibe con gozo tus lágrimas al orar! Si, orando, brota de tus ojos el llanto, no te envanezcas y no creas que eres ya más virtuoso que los demás. No se trata de un logro tuyo, sino de un auxilio enviado por el Señor, para que puedas confesar, con devoción, tus pecados y no ceder.
(Traducido de: Glasul Sfinţilor Părinţi, Traducere Preot Victor Mihalache, Editura Egumeniţa, 2008, pp. 403-404)