El silencio también es una virtud necesaria
“Sed prontos para escuchar, pero lentos para hablar. El que no peca en palabras es un hombre perfecto de verdad, pues es capaz de dominar toda su persona”.
Si quieres vivir en paz, evita hablar de cosas banales con tu boca. Bienaventurado el que no yerra con su lengua. Porque el que odia hablar sin medida disipa toda maldad. Y de su callada boca brota solamente el don del Señor.
El hombre juicioso ama el silencio. Porque, callando, honra a Dios. Por eso, apartemos de nuestras bocas todo ardid, renunciando a pronunciar palabras indebidas. El que responde con buen juicio, demuestra su humildad. En otras palabras, el que cuida lo que dice su lengua, protege su alma de cualquier tristeza. Porque la vida y la muerte dependen también de nuestra lengua. Esto es lo que nos enseña Santiago, cuando dice: “Sed prontos para escuchar, pero lentos para hablar. El que no peca en palabras es un hombre perfecto de verdad, pues es capaz de dominar toda su persona” (Santiago 1, 19; 3, 2). Y el Señor dijo: “Yo os digo que, en el día del juicio, los hombres tendrán que dar cuenta hasta de lo dicho que no podían justificar. Tus propias palabras te justificarán, y son tus palabras también las que te harán condenar” (Mateo 12, 36).
(Traducido de: Sfântul Ierarh Vasile cel Mare, Din cuvintele duhovnicești ale Sfinților Părinți, Editura Arhiepiscopiei Sucevei și Rădăuților, Suceava, 2003, p. 338)