Palabras de espiritualidad

El trabajo conjunto entre Dios y el hombre para vencer el pecado

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Aunque el hombre puede oponerse al pecado, “solamente el poder divino puede desenraizar el pecado y los males que le siguen”.

La sanación de las pasiones no es exclusivamente una tarea humana, pero tampoco es algo puramente divino: el hombre tiene que trabajar mano a mano con Dios. Esa sinergia entre Dios y el hombre hace evidente la actividad teándrica de nuestra Iglesia. En primer lugar, se necesita de la Gracia de Cristo; la purificación de las pasiones del hombre, su sanación, tiene lugar por medio de las energías del Señor que se nos participan a nosotros, los hombres, con la entera vida espiritual de la Iglesia Ortodoxa. Esta es una verdad de la cual hablaba frecuentemente el Santo Apóstol Pablo en sus Cartas. Mientras el hombre estrictamente “carnal” es dominado por la energía de las pasiones, el que ha recibido la Gracia de Cristo es liberado de las cadenas del pecado: “Cuando no éramos más que carne, la ley estimulaba las pasiones propias del pecado, que actuaban en nuestro cuerpo produciendo frutos de muerte. Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja” (Romanos 7, 5-6).

Solamente aquellos que viven en Cristo se libran de las “pasiones de los pecados”. “Pues los que son de Cristo Jesús, han crucificado la carne con sus pasiones y sus apetencias. Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el Espíritu” (Gálatas 5, 24-25). (...) “El deber del hombre”, nos enseña San Macario de Egipto, “consiste en oponerse, luchar y contender con el pecado, pero el único que puede desenraizarlo es Dios… Tal como no es posible que el ojo vea si no hay luz, o que el hombre hable sin tener lengua, o que escuche sin tener oídos, o que camine sin tener piernas, o que trabaje sin tener manos, tampoco es posible que alguien pueda salvarse sin el auxilio de Cristo, ni que pueda entrar al Reino de los Cielos”. Aunque el hombre puede oponerse al pecado, “solamente el poder divino puede desenraizar el pecado y los males que le siguen”.

(Traducido de: Mitropolitul Hierotheos VlachosPsihoterapia ortodoxă: știința sfinților părinți, traducere de Irina Luminița Niculescu, Editura Învierea, Arhiepiscopia Timișoarei, 1998, pp. 310-311)