El valor de dar testimonio del Señor en todo momento y lugar
A aquellos a quienes llama, Cristo los quiere inmediatamente con Él, dejando todo atrás, sin que nada los detenga, ni una sola excusa, ningún otro deber, por esencial o puro que este sea, llámese el trabajo del campo, los negocios, unas próximas nupcias o el entierro de alguien:
La nobleza de la mujer cananea se conoce en su fe, su valentía, su perseverancia, su piedad y su inteligencia. La de la mujer samaritana, en su forma de ceder, sin reticencias, con entusiasmo, aunque inicialmente se había opuesto con firmeza, valiéndose de ta destreza de su propia mente. Pero, cuando se le revela la verdad, la reconoce y acepta plenamente todas las consecuencias. Aquí, y ahora. Sin demoras, sin dudas, sin reticencias.
Entonces, la mujer parte inmediatamente a anunciar al Mesías, a proclamar Su presencia, a decirles a todos lo que sucede en aquel lugar, a hablarles del gran honor del que se han hecho dignos, de qué inverosímil felicidad han sido llamados a participar. Del mismo modo en que también Cristo lo desea: a aquellos a quienes llama, los quiere inmediatamente con Él, dejando todo atrás, sin que nada los detenga, ni una sola excusa, ningún otro deber, por esencial o puro que este sea, llámese el trabajo del campo, los negocios, unas próximas nupcias o el entierro de alguien: ¡fruslerías!, como diría un poeta de la antigüedad. A la samaritana, de quien suponemos no era vista con buenos ojos en esa ciudad, ya no le importa lo que digan los demás: incluso entre los suyos (en donde le habrá resultado más difícil, como a Jesús) se apresura a enaltecer al Señor, haciéndose tanto Su sierva como Su heraldo.
(Traducido de: Nicolae Steinhardt, Dăruind vei dobândi, Editura Dacia, 1997, p. 45)