Elogio de la esperanza
La esperanza amanece como el sol para las flores, iluminando los turbios días del alma acongojada y el corazón agobiado.
La esperanza en el Señor aleja la oscura desesperación —que es causa del peor de los temores—, atrayendo la misericordia divina y la salvación. La esperanza en el Señor levanta a los que han caído. La esperanza en la piedad de Dios redime a los que se arrodillan y rompe las ataduras en los pies de los cautivos.
La esperanza amanece como el sol para las flores, iluminando los turbios días del alma acongojada y el corazón agobiado. De ella brota el bálsamo que alivia las heridas del corazón que llora. Ella protege a los huérfanos y ayuda a las viudas. La esperanza en la recompensa divina sostiene a los perseguidos y consuela a los oprimidos.
La esperanza fortalece a los ancianos, para que puedan soportar de mejor forma las cargas de la edad. La esperanza arma de valor a las jóvenes castas para que vivan juiciosamente y a los jóvenes para que sean hombres dignos y correctos. La esperanza borra las lágrimas que oscurecen los ojos de quienes sufren. La esperanza en la vida eterna hace que la muerte próxima comparezca sin dolor.
(Traducido de: Arhimandrit Arsenie Papacioc, Despre izbăvirea de întristare, Editura Elena, Constanța, 2013, p. 51)