En búsqueda del amor
Sufrimos, porque el amor, tal como nos lo imaginábamos, no existe. Pero el amor existe. Existe, porque Dios lo trajo al mundo, porque no es posible que no exista.
Cada persona busca el amor. Ya desde la infancia, cada uno de nosotros buscaba el amor de sus padres y hermanos; cada uno empezaba a formarse una idea de cómo debe ser el amor, cada uno suspiraba en su corazón; cada uno se imaginaba y creía que sabía qué tenían que hacer los demás para que él se sintiera amado. Cada uno se imaginaba esos gestos, palabras y rostros que, viéndole de determinada manera, le causaban una cierta alegría, pero también un gran dolor, porque todos esos gestos, todas esas palabras que nos imaginamos en nuestra mente son muy difíciles de encontrar en los demás.
Sufrimos, porque quienes nos rodean no saben amarnos. Sufrimos, porque el amor, tal como nos lo imaginábamos, no existe. Pero el amor existe. Existe, porque Dios lo trajo al mundo, porque no es posible que no exista. Y no puede tener fin, porque tampoco tiene principio. No puede agotarse, porque proviene de Dios y brota sobre todas las criaturas, de tal forma que, si no existiera, sólo nosotros seríamos los culpables, porque no lo vemos.
(Traducido de: Ieromonah Savatie Baştovoi, A iubi înseamnă a ierta, Ed. Cathisma, Bucureşti 2006, p 14)