En donde está tu corazón, allí está tu tesoro
Bendito sea Dios, Quien nos ha dado fuerza en contra de los enemigos invisibles.
Y si esos enemigos invisibles nos hicieran recordar (a nosotros, quienes somos monjes) a nuestros padres biológicos, digámosles: “Se afana y almacena sin saber quién lo tendrá.” (Salmo 38, 10); y, otra vez: “Igual perecen el necio y el estúpido, y dejan para otros su riqueza. ” (Salmo 48, 10), para que a mí me queden las culpas, y a otro los bienes, que no me son de provecho, sino al contrario, un perjuicio. Por eso, no hemos aprendido a “... juntar tesoros y reservas aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido hacen estragos, y donde los ladrones rompen el muro y roban. ” (Mateo 6, 19), sino que “en donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mateo 6, 29). Bendito sea Dios, Quien nos ha dado fuerza en contra de los enemigos invisibles. A Él se debe toda gloria, por los siglos de los siglos, Amén.
(Traducido de: Sfântul Efrem Sirul, Cuvinte și învățături vol. 2, Editura Bunavestire, Bacău, 2008, p. 106)