En todo vemos al Cristo que ascendió a los Cielos
Cada vez que nos presentamos ante nuestro Señor Jesucristo, estamos ante el Mismo que Ascendió a los Cielos.
La Fiesta de la Ascensión está siempre presente para nosotros, porque no nos podemos encontrar con nuestro Señor Jesucristo, sino es el Mismo que ascendió a los Cielos. No podemos pensar en nuestro Señor Jesucristo, sino pensando en Aquel que está a la diestra del Padre, y no podemos ver a nuestro Señor Jesucristo, sino viendo a Aquel que está en el Cielo y en todas partes; en todas partes, con Su Divinidad, y en el Cielo con Su naturaleza humana. Cada vez que nos presentamos ante nuestro Señor Jesucristo, estamos ante el Mismo que Ascendió a los Cielos.
Como cristianos, celebramos la Encarnación del Hijo de Dios, el Nacimiento de nuestro Salvador, Su Bautismo, Su Transfiguración, Su Sacrificio redentor, Su Resurrección al tercer día y Su Ascensión al Cielo, pero todo esto lo conmemoramos y celebramos desde la perspectiva de la Ascensión, es decir, desde nuestra posición ante nuestro Señor que ascendió a los Cielos.
En consecuencia, cuando celebramos la Encarnación del Hijo de Dios en la Fiesta de la Anunciación y Su Nacimiento como hombre en la Navidad, al igual que en las demás fiestas de la Iglesia, lo hacemos inmersos en el pensamiento de que nuestro Señor Jesucristo se halla en los Cielos, a la diestra del Padre, así como en todas partes, como en nuestras almas, ascendido a un punto que está más allá de este mundo.
(Traducido de: Părintele Teofil Părăian, Lumini de gând, Editura Antim, 1997, p. 154)