Palabras de espiritualidad

¿En verdad confío plenamente en Dios?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Cuando su vida se torna simple y sin grandes preocupaciones, el hombre se libera del espíritu mundano y le abunda el tiempo para las cosas espirituales. De lo contrario, seguirá agobiándose en su afán por actuar como lo dicta la “moda”, perdiendo su paz y llenándose de una profunda ansiedad.

Padre, ¿cómo interpretar las palabras bíblicas: “el Reino de Dios está en el interior de cada uno”?

—¡Oh, alma bendita! Cuando en nuestro corazón hay una parte de la alegría del Paraíso, entonces “el Reino de Dios está adentro de nosotros”. Y, al contrario, cuando lo que tenemos es sólo intranquilidad y remordimiento, es que en nuestro interior lo que hay es una parte del infierno. Es algo muy grande que el hombre, ya desde esta vida, sienta en su interior una parte del gozo del Paraíso. Y, en verdad, esto no es algo tan difícil de conseguir, pero es triste que nuestro mismo egoísmo sea lo que nos impida alcanzar semejante grandeza espiritual.

El hombre puede hacer de su vida un Paraíso, si acepta obedecer a Dios, considerándolo un buen Padre. Sin embargo, necesitará confiar en Él, poner siempre sus esperanzas en Él para todo lo que haga y glorificarlo por todo. Además, tendrá que dejar de estresarse por todo, porque esa tensión se hace una brecha en el alma, paralizándola.

Cuando el hombre busca el Reino de Dios, todo lo demás se le da por añadidura. El Evangelio dice: “Buscad primero el Reino de Dios”, pero también: “los más decididos son los que se adueñan de él”.

El hombre de hoy se complica la vida porque no se limita a tener poco, sino que quiere seguir acumulando más y más cosas. Por tal razón, quienes deseen tener una vida espiritual pura, en primer lugar deben contentarse con poco. Cuando su vida se torna simple y sin grandes preocupaciones, el hombre se libera del espíritu mundano y le abunda el tiempo para las cosas espirituales. De lo contrario, seguirá agobiándose en su afán por actuar como lo dicta la “moda”, perdiendo su paz y llenándose de una profunda ansiedad.

He visto cómo hay personas que hacen de su vida un auténtico martirio. Precisamente hoy regresé de la provincia con una persona que me suplicó que nos detuviéramos un instante en su casa. Y, ya que insistió mucho, no quise que se enfadara y acepté. Al llegar, noté con asombro cómo se quitaba los zapatos ante la puerta y entraba casi de puntillas... “¿Qué te pasó, que caminas de esa manera?”, le pregunté. “¡Nada, padre! Es sólo que no quiero estropear el parqué...”. ¿Qué más puedo decir? Hay gente que sufre sin motivo alguno.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești IV, Viața de familie, Editura Evanghelismos, 2003, p.159-161)