Enseñar a compartir...
San Estiliano también fue hijo único, y desde pequeño aprendió a compartir lo que tenía con sus compañeros de juego, para más tarde llegar a convertirse en el patrón de los niños.
Enseñarle al niño a compartir es una tarea muy difícil. Esto, porque, al comienzo, el niño se centra, de forma completamente natural, en su propia persona y en sus propios deseos y necesidades. No obstante, algunos padres espirituales dicen que esto podría ser también una expresión o consecuencia de lo que el es el ser humano después de la caída.
Por otra parte, cuando a los dos o tres años el niño dice “yo” y “mío”, no hace otra cosa que delimitarse como persona única, distinta a mamá y a los demás. Cuando, sin embargo, no se mueve de ese “yo y sólo yo” y del “mío y solamente mío”, a pesar haber superado ya los cuatro o cinco años de edad, se está perfilando un carácter que, al llegar a la madurez, probablemente será caprichoso, difícil o egoísta, o avaro y codicioso, o alguna otra forma semejante.
Cuando se trata de un hijo único (porque también hay que tomar en cuenta a las familias que no han podido tener más hijos), puede aprender o no a compartir lo que tiente. Mas no estamos diciendo que esta sea la regla, y que todos los hijos únicos son egoístas, tacaños o codiciosos. San Estiliano también fue hijo único, y desde pequeño aprendió a compartir lo que tenía con sus compañeros de juego, para más tarde llegar a convertirse en el patrón de los niños. Con todo, normalmente podemos considerar que la existencia de un hermanito constituye un punto favorable para que el niño aprenda a compartir sus cosas.
En verdad, enseñarle al niño a compartir no es fácil, pero si los padres esperan esto de su hijo, seguramente él aprenderá a hacerlo. El pediatra estadounidense, Berry Brazelton, menciona en su obra “Momentos claves en el desarrollo del niño”, que a partir de los dos años de edad cualquier niño es lo suficientemente “maduro” como para aprender esto.
(Traducido de: Familia Ortodoxă nr. 5, 2010, p. 14)