Mientras vive, el hombre tiene el derecho de someterse a distintos “exámenes espirituales”. No obstante, después de morir esto ya no es posible. Entonces, esforcémonos en obtener al menos la “nota mínima” y así poder llegar al Cielo.

El afán del cristiano es combatir al maligno; por tal razón, es normal que este también le ataque. Y sólo el que logre vencer al enemigo será coronado por Cristo.

Así es como el “soldado de Cristo” obtiene experiencia en la lucha espiritual. Antes de que comience la lucha propiamente dicha, tiene lugar el “bombardeo” de pensamientos. En tales circunstancias, la “Oración de Jesús” deviene en el arma más poderosa contra las figuraciones que nos “dispara” el demonio.

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Părinţi Aghioriţi – Flori din Grădina Maicii Domnului, Editura Evanghelismos, București, 2004, pp. 155-156)