Palabras de espiritualidad

Entendiendo lo que es la vida, entre la sacralidad y la santidad

  • Foto: Adrián Sarbu

    Foto: Adrián Sarbu

Caracterizada por la “sacralidad” desde su concepción, la vida humana encuentra, luego, su sentido último, su profundo significado “espiritual”, en la búsqueda de la “santidad”

La existencia del cristiano tiene un carácter paradójico: aunque nuestra lucha personal, nuestra “lucha invisible” sea indispensable e inexorable en la vida de la fe, sus frutos dependen completamente de la Gracia de Dios. La Ortodoxia insiste en la necesidad de una “sinergia” entre Dios y los seres humanos creados, en la obra de la salvación. Sin embargo, la santidad sigue siendo un don, completaente inmerecido e inaccesible para nuestros endebles esfuerzos. Por su parte, la búsqueda de la santidad requiere de un sentido profundo de la responsabilidad por nuestra parte, y el fruto de esa búsqueda es ofrecido por Dios. Tal como “no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gálatas 2, 20), no soy yo quien realiza la santidad, sino el “Espíritu de la santidad” (Romanos 1, 4) que mora en mi interior y obra sólo en mi salvación.

Caracterizada por la “sacralidad” desde su concepción, la vida humana encuentra, luego, su sentido último, su profundo significado “espiritual”, en la búsqueda de la “santidad”. Esta diferencia entre “sacralidad” y “santidad” es útil y concordante con la antropología ortodoxa. Con todo, el discurso ético moderno tiende a confundir los términos. Esto es evidente, especialmente en las áridas discusiones entre lo que representa o la perspectiva de la “santidad de la vida”, o la de la “calidad de la vida”, al abordar los problemas morales.

En los últimos años ha surgido una tendencia a oponer estas dos perspectivas, poniendo la “santidad” y la “calidad” en una tensión sin solución. Los que sostienen el principio de “santidad de la vida”, de acuerdo a una caricatura muy popular, desearían conservar la existencia biológica a cualquier precio, sin considerar el grado de sufrimiento soportado por la persona en cuestión. Los simpatizantes de la “calidad de vida”, de acuerdo a la misma caricatura, intentan, ante todo, evitar la carga del dolor y el sufrimiento. Por eso, apoyan procedimientos como el “aborto voluntario” y el “suicidio asistido”, para asegurar el control sobre la calidad de vida de la mujer embarazada o del moribundo. En realidad, la primera postura representa un punto de vista filosófico, conocido con el nombre de “vitalismo”. Es una forma de bio-idolatría, que por su misma naturaleza violenta la “santidad” de la vida, ya que la vida otorgada por Dios se realiza más allá de los límites de la existencia biológica. Por otra parte, en la medida en que la postura radical de la “calidad de vida” coloca la elusión del dolor mental y físico sobre cualquier otro valor, desviste a la vida humana del valor, el propósito y la vocación que Dios sembró en su misma esencia.

Regresaremos a este problema más adelante, cuando hablemos de la eutanasia y la “calidad de vida”, mismo que ha gozado de mucha atención por parte de los moralistas de los últimos decenios. De momento, enfoquémonos en lo siguiente: “santidad” y “calidad de vida” no son aspectos contrarios, sino complementarios. La experiencia cristiana sabe que el dolor y el sufrimiento tienen un potencial liberador. Si determinados niveles de sufrimiento físico o psíquico pueden parecer “deshumanizantes”, también aquellos que sufren de terribles dolores se hallan en manos de Dios y pueden experimentar Su amoroso cuidado y Su misericordia. Ciertamente, estos dones del amor y la misericordia divina aseguran la verdadera calidad de la vida humana ante cualquier condición o circunstancia. Del mismo modo, el don libre de la santidad divina inunda la vida humana con la auténtica santidad. Si consideramos a la “santidad” y la “calidad de vida” humanas derivaciones de la Gracia Divina, entonces la oposición operada en esta controversia es falsa. La verdadera “calidad” de la existencia personal es ofrecida por la acción de la “santidad”; y la auténtica “santidad” deriva solamente de una “calidad” extraordinaria de la vida, conferida por el piadoso amor del siempre compasivo Dios.

Esta complementariedad entre la “calidad de vida” y su “santidad” es posible porque la vida humana, por su propia naturaleza, es “sacra”. Su origen, propósito y finalidad son dados y determinados por Dios. Una vez más: es importante diferenciar entre “sacralidad” y “santidad”: lo primero se refiere a la bondad esencial y el valor infinito de la vida humana, creada según la imagen divina, en tanto que la segunda se refiere a la difícil pero bendecida lucha de la persona humana por alcanzar la semejanza con Dios.

(Traducido de: Prof. Dr. John Breck, Darul sacru al vieţii, Editura Patmos, Cluj Napoca, 2001; p. 8-10)