Depende de qué entendamos por “sinceridad”. Si “sinceridad” significa “autenticidad”, ésa por la cual decimos todo lo que pensamos, no es necesaria, porque suele dañar mucho. Por ejemplo, cuando has quedado en verte con tu amiga, y ella, por haberse atrasado unos minutos aparece resoplando pero feliz, si lo primero que le dices, desde tu "sinceridad" es “¡Vaya, qué mal te ves!”, eso no es sinceridad. Mucho menos decirle a alguien que está enfermo “Me dijo el doctor que dentro de dos meses vas a morir”. En eso no consiste la sinceridad.

La sinceridad estrictamente necesaria en la amistad, consiste en tener valores sinceros, en ser sincero y fiel a esa amistad, en poner tu amistad en un lugar alto, de manera que para tí se haga más valiosa que tus propios principios, ideas y lo que piensas en este preciso momento. Porque, de la misma manera, con todo y tu "sinceridad", hoy eres capaz de decirle a alguien “Daría hasta mi propia vida por tí” y dos meses después, “Ya me aburrí de tí”... Porque estás siendo "sincero" ¿no? Así, lo importante es saber que la sinceridad no consiste en nada de esto, sino en preguntarte una y otra vez “Señor, ¿me darás Tú la fuerza para vivir con esta persona hasta el final de mi vida? ¡Por favor, dame esa fuerza!”. Y, entonces, hay posibilidades de que puedas vivir la sinceridad, así como me la demostró una vez una señora que me dijo “Madre, ¡cuánto le agradezco a Dios por el esposo que tengo! ¡No creo que exista alguien capaz de amarlo como yo!”. ¡Qué modelo de sinceridad!

(Traducido de: Maica Siluana Vlad, Meșteșugul bucuriei vol. 2, Editura Doxologia, Iași, 2009, pp. 159-160)