Es normal que los niños deseen salir al aire libre
Antiguamente, los niños sólo comían y dormían en casa, porque el resto de su vida se desarrollaba de acuerdo a este ciclo: jardín, campo, prado, bosque, río. El niño contemporáneo vive atado al apartamento en el que habita. El deseo de los niños de salir al aire libre es, biológicamente, absolutamente normal.
Antes, el niño se mantenía ocupado y era entrenado en el trabajo colectivo. Por eso, no se aburría y no se quedaba sin nada qué hacer. Sin embargo, la urbanización de la vida y la falta de congruencia entre nuestro trabajo y la adquisición de lo necesario para vivir, han hecho que el hombre trabaje donde sea, con tal de ganar dinero. Y se sobreentiende que el trabajo debe ser lo más fácil y provechoso a la vez. De igual manera, se busca —aunque no siempre se logra— que ese trabajo sea también interesante. Por eso, sucede que muchas veces los padres llegan a abandonar a sus hijos, con tal de ganar cada vez más.
Antiguamente, los niños sólo comían y dormían en casa, porque el resto de su vida se desarrollaba de acuerdo a este ciclo: jardín, campo, prado, bosque, río. El niño contemporáneo vive atado al apartamento en el que habita. El deseo de los niños de salir al aire libre es, biológicamente, absolutamente normal. Pero, de momento, la única solución es la escuela, aunque también significa encerrar al niño en un espacio artificial, en un “ sobrepoblado apartamento de mesas”.
Por otro lado, es evidente que la escuela o el jardincito infantil son asumidos por la familia como una suerte de depósito de niños en donde el pequeño es dejado hasta el momento en el que sus padres regresen a casa, cansados, dispuestos a relajarse. Y, así, el niño deja de ser parte de su vida. No sé si tengo o no la razón, pero me parece que los motivos psicológicos que llevan a nuestros hijos a “huir” a la calle y asociarse a toda clase de iniquidades, está relacionado con esa descomposición de la organización natural de la vida de los niños.
(Traducido de: Educarea copilului: sfaturi ale duhovnicilor și psihologilor ortodocși, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2013, pp. 41-42)