Ese anhelo de eternidad que pervive en cada uno de nosotros…
Muy triste sería nuestra existencia de seres pensantes que anhelan, que razonan, que aman, si la vida se redujera solamente a lo que nos ofrece la tierra, si no esperáramos el cielo, lo infinito, lo eterno, la refulgente morada que está llena de gloria, luz y una belleza inenarrable.
El anhelo de la inmortalidad arde en el alma de cada hombre. Cada joven, especialmente, desea lograr en su vida cosas importantes, grandes, buenas, cosas que desafíen el paso del tiempo y se garanticen el don de la eternidad.
En verdad, muy triste sería nuestra existencia de seres pensantes que anhelan, que razonan, que aman, si la vida se redujera solamente a lo que nos ofrece la tierra, si no esperáramos el cielo, lo infinito, lo eterno, la refulgente morada que está llena de gloria, luz y una belleza inenarrable.
Miro con asombro lo profundo de la eternidad, lo profundo de la vida eterna que se presenta ante mí. Esa profundidad podría hacerme estremecer, podría aterrorizarme, si no supiera que Dios es el Soberano del Cielo y la tierra, del tiempo y la eternidad.
(Traducido de: Înaltpreasfințitul Iustinian Chira, Cuvintele Părintelui ‒ un ghid al frumuseții lăuntrice, Editura Mega, Cluj-Napoca, 2009, p. 135)