¡Esforcémonos en perdonar de corazón!
Cuando nos disgusta nuestro semejante, cuando rechazamos su actitud hacia nosotros, cuando sentimos que su actitud nos enfada, cuando una y otra vez nos parece que hace todo lo posible por contrariarnos, es que todavía no hemos alcanzado el perdón sincero.
Te digo: «¡Hijo mío, perdona a tu hermano!». Y tú me respondes: «Pero si ya le dije: “¡Bendíceme!”», pero, en tu interior, aún no lo has perdonado. Si, después de siete años, escuchas que alguien lo está acusando de algo, seguramente dirás: «Es normal, padre stárets, ¿no se acuerda de lo que me hizo a mí hace siete años?». Esto significa que durante siete años estuvieste cobijando esos demonios en tu interior y ahora lo estás revelando.
¡Cuánto nos falta el perdón sincero! Cuando nos disgusta nuestro semejante, cuando rechazamos su actitud hacia nosotros, cuando sentimos que su actitud nos enfada, cuando una y otra vez nos parece que hace todo lo posible por contrariarnos, es que todavía no hemos alcanzado el perdón sincero. Esto nos recuerda aquellas palabras: «Deja tu ofrenda delante del altar y vete antes a reconciliarte con tu hermano» (Mateo 5, 24). De lo contrario, no serás digno de la Santa Comunión ni capaz de vivir en Cristo.
(Traducido de: Arhimandrit Emilianos Simonopetritul, Cuvânt despre trezvie. Tâlcuire la Sfântul Isihie, p. 293)