Esta es la verdadera oración
Oramos, no estando en determinada postura o gritando, sino manteniendo nuestra alma llena de buena disposición y empeño. No gesticulando y hablando alto, para que los demás lo noten, sino en silencio, con la mente humilde y lágrimas interiores.
Dios conoce a cada instante todos nuestros pensamientos, y así como a nosotros la voz de alguien nos dice muchas cosas, del mismo modo nuestro pensamiento le habla al Señor, porque Dios le otorgó esa comprensión antes de la creación. Así las cosas, debemos orar no sólo con nuestra boca, sino también elevando y dirigiendo toda nuestra fuerza espiritual, en forma de pensamiento, a Dios, en un volver perenne a Él.
Esto es realmente la oración, cuando sentimos esa voz alzándose desde nuestro interior. Así es como debe orar el alma compungida y cercada por el sufrimiento, porque la oración no radica en el dolor en nuestra voz, sino que se demuestra con el fervor de la mente. Así es como oraba Moisés, porque, sin pronunciar palabra alguna, Dios le dijo: “¿Por qué me llamas?”. Los hombres no oyen sino esta voz, pero Dios escucha antes a quienes le claman desde su interior. Entonces, somos escuchados aunque no hablemos en voz alta; esto quiere decir que podemos orar con nuestra mente, con perseverancia, aún cuando paseamos con nuestros amigos, llamando a Dios con la fuerza de nuestro interior, aunque los demás no lo noten.
Oramos, no estando en determinada postura o gritando, sino manteniendo nuestra alma llena de buena disposición y empeño. No gesticulando y hablando alto, para que los demás lo noten, sino en silencio, con la mente humilde y lágrimas interiores.
(Traducido de: Monahul Teoclit Dionisiatul, Sfântul Nectarie din Eghina Făcătorul de minuni, Editura Sophia, p. 203)