Palabras de espiritualidad

Experiencias vividas después de recibir el Bautismo

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Translation and adaptation:

Desde ese día, me persigno en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, sin avergonzarme ni sentir miedo, porque quiero que los demás vengan y conozcan la grandeza de la Iglesia Ortodoxa...”

El 25 de diciembre de 2005, una familia con cuatro hijos fue bautizada. Los esposos recibieron los nombres de Atanasio y María.

Veamos lo que escribió Atanasio Kemgurukiye, luego de ser bautizado como cristiano ortodoxo:

“Antes de entrar a la Iglesia Ortodoxa, no sabía nada de su doctrina... De hecho, ni siquiera sabía que existía. Empecé a enterarme de ello, gracias a los libros que me daba el padre D. Poco a poco comencé a entender las diferencias entre esta Iglesia y las otras, y que solamente esta es la verdadera, desde la época de los Apóstoles y hasta el día de hoy. Junto con mi esposa, María, decidimos entrar a formar parte de esta Iglesia, con toda nuestra familia, para que, en Su Segunda Venida, Cristo no nos encuentre en la oscuridad, sino en el seno de Su Santa Iglesia. Únicamente aquí se conservan y respetan las enseñanzas de los Apóstoles y la Tradición de los Santos Padres, sin agregar o quitar nada.

Ahora hablaré de las experiencias que viví después del Bautismo, la Crismación y la Santa Comunión.

Cuando entré en el agua con todo mi cuerpo, sentí una alegría indescriptible. Era como si mi cuerpo flotara en la Gracia del Espíritu Santo. Cuando salí del agua, sentí que todos mis pecados se me habían desprendido, como si fueran escamas que hasta ese día me cubrían por completo. Después me inundó un inmenso gozo interior y una completa libertad. Cuando el sacerdote me ungió con el Santo Crisma, sentí que recibía en mi interior al mismísimo Espíritu Santo. Mis ojos resplandecían, envueltos en una maravillosa luz espiritual.

Cuando recibí por primera vez el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sentí en mí una gran fuerza interior, una cosa inenarrable. Todo el peso de mis pecados desapareció completamente de mi alma. Había una gran alegría en mi corazón, algo que realmente no se puede describir. Me había librado de todos mis temores y preocupaciones temporales. Desde ese día, me persigno en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, sin avergonzarme ni sentir miedo, porque quiero que los demás vengan y conozcan la grandeza de la Iglesia Ortodoxa”.

(Traducido de: Părintele Damaschin Grigoriatul, Minunile – mărturie a dreptei credinţe, Editura Areopag, 2011, pp. 56-57)